Interculturalidad CERO, conceptos clasistas y excluyentes en tiempos de cuarentena

Ilustración de Pawel Kuczynski

En Latinoamérica, salvo algunas excepciones contadas con los dedos de una mano, los gobiernos centrales han mostrado su carácter clasista, excluyente y lleno de prejuicios; y han puesto en evidencia las falencias estructurales, que hacen de esta parte del mundo, una de las más desiguales del planeta.

Las medidas promovidas por el Banco Mundial incentivaron las privatizaciones en la década del 90 (Argentina 1995, Bolivia 1992, Brasil 1997, Colombia 1993, México 1992, Perú 1993 y Venezuela 1996[i]) y la desarticulación de los sistemas estatales de producción, educación y salud; incluyendo la implantación de una legislación laboral que restringe los derechos de los trabajadores[ii]. Estas políticas generaron todo este escenario precario frente a la pandemia.

Las diversas acciones realizadas por los gobiernos, no hacen sino mostrar su más impronta subordinación a los poderes fácticos y su escaso conocimiento de la realidad del territorio que administran.  

Es una tautología señalar que la absoluta mayoría de las repúblicas latinoamericanas son multiculturales. Sin embargo, las medidas emanadas por la mayoría de sus gobiernos centrales, parecen estar dirigidas a un escenario homogéneo, burgués o mesocrático y de raíz occidental. Si a ello agregamos que son sociedades con prácticas tradicionalmente excluyentes y profundamente dispares, con amplias mayorías en el nivel de subsistencia y pobreza; se tiene un escenario donde lo peor que se puede hacer es dictar normas generales o universales, normas que solo beneficiarán a un porcentaje muy pequeño de la sociedad, cosa que no hace más que confirmar el carácter de esos gobiernos.

Corolario 1: Una gestión pública intercultural implica normas específicas para cada grupo social, en función a sus características culturales y económicas, y al territorio que ocupan.

En ese sentido, el aislamiento en la pandemia es un concepto occidental y burgués, como Hamza Esmili, lo señala claramente para una ciudad como PARIS[iii]: “El encierro es un concepto burgués, … Esto implica ser dueño de una casa burguesa para retirarse. No corresponde a la realidad en absoluto aquí … Muchos de ellos no tienen alojamiento. Entonces, ¿cómo pueden seguir las órdenes del gobierno y quedarse en casa? … las personas tienen una relación diferente con el Estado. No es de extrañar que no acepten las instrucciones” Si esto se da en la Ciudad Luz: ¿Qué se puede esperar en un barrio marginal de Bogotá, Lima o Rio de Janeiro?

Villa en Buenos Aires

Los gobiernos ignoran cuántas familias habitan en los barrios pobres de las periferias urbanas de las grandes ciudades, su movilidad y peor, desconocen cuáles son sus características y por ende las necesidades que tienen.  Solucionar esto, implica destinar recursos para lograr esa información (actualizada) y no lo hicieron ni lo hacen.

Corolario 2:  Para normar y accionar eficientemente (en especial en países pobres) y eficazmente (en especial en escenarios con niveles de corrupción alarmantes) se tiene que conocer las características de los actores, sus intereses y cosmogonía. Ignorar ello significa un derroche de recursos, incremento de la corrupción y agravamiento de la situación.

Lo anterior era previsible, tal como lo señalamos a principios de marzo en https://surhoy.org/2020/03/10/coronavirus-y-clasismo/ y ya se está comprobando que los sectores populares son los más afectados, tanto por el virus como por las medidas dictadas por los propios gobiernos. Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 8 camas en servicios de salud por cada mil habitantes; en los distritos con amplios barrios marginales de Lima, La Paz, Guayaquil o Sao Paulo éstas llegan apenas a 0.3 por cada mil. Los indicadores por ciudades son irrelevantes, dado que hay “camas” que jamás serán utilizadas por personas provenientes de los sectores populares, salvo ínfimas excepciones.

Favela Paraisópolis de Sao Paulo

Las restricciones afectan a los habitantes más precarios, aquellos que viven del trabajo diario, en su mayoría informal, de la venta ambulatoria o de servicios en casas más acomodadas. El nulo ahorro y la limitada infraestructura disponible (En Perú, por ejemplo, uno de cada dos hogares NO dispone de refrigerador) implica mayores salidas para obtener víveres. En los barrios pobres de las capitales, como el de Soacha en Bogotá (uno de los municipios con densidad poblacional más alta de América Latina, con 290 personas por kilómetro cuadrado, y uno de cada tres pobladores en pobreza extrema) la disponibilidad de agua es igual de critica que en la favela Paraisópolis de Sao Paulo o en la Villa 21 de Buenos Aires; lavarse las manos cotidianamente y con agua limpia es a veces una mala broma. Considerando, además, las diferencias entre el precio (absoluto y relativo) y la calidad del agua: La puesta por un camión cisterna en el extremo de un cerro y la que accede un burgués para su piscina, la primera muy cara y de pésima calidad; y la segunda muy barata y adecuada para beber.  

Acceso al agua mediante camión cisterna en un barrio marginal de Lima

No salir a trabajar, cuando el  ingreso familiar no supera los 185 US$ (promedio de una familia de Lima habitante de asentamiento popular)[iv] implica condenarla al hambre. La inadecuada alimentación y el hacinamiento los hace más vulnerables ante cualquier enfermedad, a las ya presentes y a la nueva pandemia.

Incluso el concepto de hacinamiento[v] está en discusión, múltiples culturas solo utilizan las construcciones que se podrían llamar “viviendas” como dormitorio; gran parte de su vida la realizan fuera o en zonas aledañas (incluso cocinar o descansar). No se puede obligar a las personas a tener conductas occidentales cuando no lo son, y si lo hacen, es violencia que de una u otra manera provocará una reacción; peor aun cuando se exigen conductas burguesas con mala o nula infraestructura pública o cuando la presencia estatal es mínima o inexistente.  

En vez de “quédate en casa”, “quédate en la comunidad o en el barrio” es más factible.  No se le puede exigir que varios hogares que comparten una vivienda se mantengan encerrados en espacios que a veces no superan los 4 metros cuadrados por persona. El “quédate en el barrio” ha tenido ya éxito en algunas partes de Argentina.  En el sur peruano, y en la amazonia, varias comunidades rurales han cerrado el ingreso a sus territorios, ello les permite seguir con sus vidas y protegerse mutuamente de la pandemia.

Exigir «distancia social» en contextos donde uno se tiene que retirar para que pase el otro, o multar por no cumplir con ciertas conductas donde no se puede cumplirlas, es caer en la irracionalidad y de paso afirmar los privilegios de cierta minoría.

El clasismo seguirá y lo “normal” seguirá, hasta que haya una nueva república:

  • Es “normal” ver que se repatrian nacionales que hacían turismo, varados en el exterior, con cuarentenas en hoteles adecuados, todo financiado con fondos públicos (individuos que incluso despotricaban del Estado y su intervención en la economía); mientras se reprime desplazamientos de los más pobres que escapan de las ciudades.
  • Es “normal” que se atienda en hospitales públicos de primera línea a pacientes derivados de clínicas privadas, mientras infectados marginales mueren en sus hogares, sin prueba alguna y por ende no sean considerados ni en las estadísticas.
  • Es “normal” que las fuerzas del orden y la justicia sean laxas con los realmente burgueses, y duras con el resto.  

Lo que no es normal es que estas circunstancias no sean captadas adecuadamente, donde las mayorías[vi] no perciban que éste sistema no resuelve nada y es preciso organizarse para generar uno nuevo.

Corolario 3. Quejarse del sistema y de sus funcionarios es como criticar que el gato maúlle, lo único relevante es organizarse para evitar repetir la historia.

Ilustración de Pawel Kuczynski

[i] Salvo Venezuela y Bolivia que pudieron revertir en algo dichos cambios.

[ii] ¿Inversión extranjera=desarrollo? De Giana Rosas e Iván Merino, SUR Editorial, Lima 2003.

[iii] https://www.courrierinternational.com/article/vu-dallemagne-les-banlieues-francaises-grandes-oubliees-du-confinemen

[iv] Encuesta hecha por Techo Perú

[v] En Nueva Zelanda, el hacinamiento es considerado existente, cuando un hogar supera la unidad en la división: (0.5 por niño miembro del hogar + pareja + individuo solo) sobre el número de dormitorios. Con este concepto, la absoluta mayoría de pueblos originarios de la amazonia y gran parte de las andinas y caribeñas estarían históricamente hacinadas.  

[vi] Incluyendo a los que queremos un mundo mejor para todos.


4 respuestas a “Interculturalidad CERO, conceptos clasistas y excluyentes en tiempos de cuarentena

  1. Felicito el contenido del artículo, la posición clasista que mantiene y me gustaría ver la posibilidad de enviarles ocasionalmente algunos de los artículos que yo escribo, que se mantienen en esta línea de pensamiento y que tienen circulación en varios países, por estar vinculado a organizaciones nacionales e internacionales de trabajadores.

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  2. Considerando, además, las diferencias entre el precio (absoluto y relativo) y la calidad del agua: La puesta por un camión cisterna en el extremo de un cerro y la que accede un burgués para su piscina, la primera muy cara y de pésima calidad; y la segunda muy barata y adecuada para beber.

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