“Nadie puede darte tu libertad. Nadie puede darte tu igualdad o justicia o cualquier otra cosa. Si tú eres un hombre, tómala.” Malcom X
Foto de Martín Chambi
Los europeos a principios del siglo XV comienzan a llamar indios, a todos aquellos habitantes de las recién conquistadas tierras en América, que desde su perspectiva eran obviamente “Las indias”. Para ellos toltecas, mayas, mapuches, aimaras, siux, quechuas, ashaninkas y mil pueblos más eran lo mismo: simplemente “indios”; y esa denominación subsiste hasta la fecha, y se ha ampliado a cualquier mestizo campesino. Y esa palabra se emplea de manera peyorativa, como si lo “indio” significara retraso, suciedad, pobreza, pereza e inclusive irracionalidad o poca inteligencia.
Aquí trataremos de ver cómo contribuyeron y contribuyen esos “indios”, con especial énfasis en aquellos que mantienen sus costumbres y su organización, agrupados en comunidades campesinas, indígenas, nativas o como el estado de cualquier república latinoamericana quiera denominarlas.
Muchas de esas organizaciones campesinas se originan formalmente para el mundo occidental (léase se constituyen de acuerdo al derecho español), muy tempranamente, en 1570, en el Virreinato del Perú, el virrey Toledo establece los pueblos de reducción, y estas tierras estaban protegidas por la corona española, debido a que los “indios” pagaban tributo, además de prestar servicios ante cualquier solicitud de la autoridad colonial. Para entender el alcance de tales disposiciones, se debe recordar que el Virreinato del Perú ocupó hasta 1650 todo el territorio sudamericano, desde la actual Panamá a tierra del fuego; Venezuela pertenecía al Virreinato de Nueva España, con sede en ciudad de México.
Mapa de Sudamérica de Jan Huygen van Linschoten de 1596
El tributo recolectado se repartía principalmente entre los encomenderos, los curas, y los corregidores. Generalmente, el corregidor mantenía un padrón paralelo, donde la base de tributarios incluía a niños y ancianos, la ley estipulaba solo varones entre los 18 y 50 años.
Además los “indios” tenían que participar en la “mita” que eran labores en minas, carreteras y otras obras donde la autoridad dispusiera. Y también estaban sujetos al diezmo (en especie, dinero u mano de obra), que iba a la jerarquía de la iglesia católica. La riqueza de las iglesias coloniales latinoamericanas muestra el valor aportado.
Nave principal de la catedral del Cusco
El aporte de los “indios” al presupuesto colonial solo en tributos no bajó del 50% del total, sin contar diezmos, mitas, y prestaciones de servicios.
Después de la derrota Franco-española, frente a Inglaterra y Prusia 1765, que modificó el mapa de la américa colonial, los borbones de España incrementaron los impuestos, creando nuevos y ampliando las tasas de los ya existentes. Uno de ellos fue el monopolio del aguardiente y del tabaco. Reacciones en los entonces Virreinatos de Nueva Granada, Perú y en el recién creado Virreinato del Rio de la Plata se suscitaron con violencia, ante los abusos de los recaudadores de impuestos y autoridades coloniales. Las rebeliones indígenas más significativas fueron las de Túpac Amaru, Túpac Katari y José Quiroga, todas en el centro de los andes, en lo que es hoy el sur peruano, Bolivia y el norte argentino.
Hasta esa fecha, en las tierras sudamericanas, los dirigentes “indios” mantenían diversos derechos y existían de facto diversos estados indígenas; todo ello se modificó: en 1787 se abolió el cargo hereditario de curaca, se prohibió el uso de la vestimenta prehispánica (como si a los árabes les obligaran a usar solo terno y corbata), y se censuró la exhibición de toda pintura o iconografía de los no españoles, se eliminó la enseñanza de lenguas nativas en los centros académicos y cualquier lectura que resaltara la opulencia y la cultura de los “indios”. Las élites tradicionales de los “indios” comenzaron a desaparecer, la única manera de ascender socialmente que quedaba era a través del oficio de las armas.
En los lustros siguientes, los ejércitos realistas que luchaban contra los grupos revolucionarios en Sudamérica, estaban compuestos generalmente por “indios”, al contrario de los ejércitos de San Martín y Bolívar donde había una amplia gama de “nacionalidades”, principalmente mestizos y criollos. Es curioso, en la batalla final de Ayacucho, los realistas criollos mantuvieron sus rangos y privilegios; pero los oficiales o curacas “indios” perdieron todas sus propiedades y cargos. La “victoria” de Ayacucho fue desastrosa para la élite indígena, que se redujo aún más.
Bolívar trata de eliminar la contribución de los “indios”, el “zambo[i]” Simón como lo llamaban despectivamente los limeños aristócratas, quería un estado sin castas; pero una vez que se retira de Lima, el sistema se restituye.
Ya instaladas las repúblicas, en países donde los “indios” eran mayoría, no supuso para ellos un cambio ni en las condiciones de vida, ni en las cargas tributarias. En la República del Perú, el tributo indígena se mantenía (dada por su única condición de “indios”); en la primera década de “independencia” la contribución de los mismos representaba casi un 80% de los ingresos del estado peruano, y el presupuesto de los años 1846-1847 dicho aporte obligatorio representaba el 57.3% del total[ii].
En Perú, la abolición en 1851 del tributo indígena, representó un peligro adicional. Ya que si bien dejaban de pagar, la protección a sus territorios desaparece. Los “indios” son presionados para vender o transferir “a las buenas o a las malas” sus tierras; surge así una expansión de las haciendas en número y tamaño. Y es ahí donde comienzan las grandes movilizaciones de los “indios”, y la obvia extrañeza que tenían ante los conflictos entre los criollos, como la que hubo entre los de Chile y los de Perú, en la denominada Guerra del Pacífico[iii]. El Estado peruano era una república aristocrática, donde el voto era censitario[iv] en extremo, y la población “india” no contaba.
Recién en la segunda década del siglo XX, ante las permanentes sublevaciones que terminaban en masacres de campesinos, y la concepción oficial respecto a que la servidumbre imperante era un obstáculo a la expansión del capitalismo, el Estado peruano reconoció las comunidades indígenas, sobre la base de los documentos y referencias que mantenían desde la época colonial, y por primera vez se señala en una constitución (la de 1920) la inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad de las tierras comunales. Y unos años más tarde se abre un registro de comunidades (RS del 28 de agosto de 1925). Sin embargo, se creó una norma: la ley de conscripción vial, que fundamentalmente afectó a los “indios”. Esta ley consistía en la obligación de trabajar gratis de 6 a 12 días al año en la construcción de vías en beneficio de Estado; cosa que se expandía por diversas modificaciones aleatorias del supervisor a más de cuatro semanas.
En la amazonia, los aventureros caucheros, esclavizaron de facto [v]a las múltiples etnias, muchas de las cuales se internaron en la selva, aislándose voluntariamente, de los occidentales, cosa que se mantiene en muchos pueblos a la fecha. Las fronteras amazónicas de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela se vieron modificadas, generalmente a favor del Brasil. Manaos entre 1890 y 1920 era una de las ciudades más modernas del mundo, e Iquitos y Belén do Para le seguían en ostentación. Manaos era la única ciudad en todo el Brasil con energía eléctrica, que incluso movía a sus tranvías. (En comparación, Nueva York solo tenía tranvías jalados por caballos).
Foto con un primer plano de «indias» desnudas, en un segundo plano los caucheros
Los caucheros tenían sus ejércitos particulares, “los muchachos”, que se dedicaban a proveer trabajadores y controlar el “orden”. Las vastas poblaciones de “indios” que habitaban la rica varzea amazónica fueron exterminadas. Con la industrialización del cultivo del caucho en Asia, el negocio decayó y los pueblos amazónicos diezmados comenzaron a reorganizarse.
Foto de los «Muchachos» de los caucheros
Los gobiernos criollos de Bolivia, Perú y Brasil, a principios de la segunda mitad del siglo XX, comenzaron a trasladar población a la amazonia, con el criterio de que estaba “vacía” y comenzaron a otorgar amplias extensiones a colonos y realizar carreteras de penetración: la transamazónica en Brasil o la marginal del Selva en Perú. Como los grupos de “indios” no permitían que con ese pretexto diversos oportunistas se apropiaran de sus tierras, extrajeran madera y abusaran de la población; dichos gobiernos no dudaron en bombardear a los “salvajes que impedían el progreso«. En Perú, en 1964 el gobierno de Belaunde ordenó el ataque con bombas de napalm, con apoyo de unidades aéreas norteamericanas (al igual que lo que se hacia con los campesinos vietnamitas) a las comunidades Matsés.
Killka de Markus sobre el bombardeo a los Matsés
Hasta la década del setenta del siglo XX en el Perú, subsistía de facto la servidumbre, miles de “indios” trabajaban gratuitamente en diversas haciendas, principalmente en toda la sierra y costa de ese país. La reforma agraria del general Velasco acabó con toda una clase terrateniente en el Perú. Y también abrió un registro de comunidades nativas amazónicas.
Con la constitución de 1978 se ratificó la inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad de las tierras comunales y nativas. Y recién se instituyó el voto universal, todo ello producto de la presión de la izquierda en las calles y en la asamblea constituyente.
Y llegamos al siglo XXI, donde las comunidades campesinas y nativas siguen produciendo tradicionalmente, en Bolivia, Perú y Ecuador; la mayoría de alimentos agrícolas proviene de parcelas y comunidades administradas por “indios”[vi]. Ello tiene sus ventajas para los “otros”, o los “no indios”; ante cambios radicales de precios y contextos de inflación; los precios agrícolas tardan en ajustarse. El “indio”, dados los numerosos estudios de campo sobre costos de producción que SUR y otras entidades realizaron, no produce buscando solamente una renta. Su estructura de costos no asume diversos aspectos que una empresa capitalista lo hace, en el fondo subsidia a los “otros”. Si los “indios” manejaran sus parcelas al estilo de los campesinos franceses o japoneses: los urbanos sufrirían una inflación mayor y los pobres citadinos tendrían una dieta peor a la que pueden hoy acceder y la gama ofrecida en los mercados andinos sería monótona y no habría ningún boom culinario ni platos exóticos para el resto del mundo en la mesa peruana.
La contribución de los habitantes de las comunidades nativas y campesinas, no se restringe a proveer alimentos diversos y baratos, sino a todo un paquete tecnológico que mantiene una rica variedad genética, producto de una civilización de 5000 años, que incluye un adecuado manejo del terreno y el agua, practicas sostenibles para suelos precarios como son los de la amazonia y los de las laderas andinas; y por último, un modo y calidad de vida que no se centra en el consumo ni en la necesidad de diferenciarse del resto. Los “salvajes” son el resto.
Los “indios” en Perú, disponen de 6,277 comunidades campesinas y 1,322 comunidades nativas; y su territorio ocupa a la fecha un quinto de toda la extensión de la república[vii].
Sin embargo, en las comunidades andinas, no todos los habitantes son comuneros; solo un segmento limitado de la población ostenta esa calidad, con derecho a voz y voto. Inclusive, diversos “comuneros” generalmente dirigentes, son urbanos, algunos muy privilegiados por las ventas de tierras que hicieron, en perjuicio del resto. Y solo asisten a la comunidad al momento de votar y elegir sus directivas. Un proceso compulsivo de venta tierras comunales, solo enriquecería a pocos y crearía una enorme masa de campesinos sin tierra como se observa en Brasil.
Y hay fuertes presiones en Perú y Colombia de “no indios” para acceder a estas tierras. Cosa que seguiría igual camino en Ecuador y Bolivia si hay cambios radicales de gestión. En Perú, en el flamante grupo electo, hay interesados en permitir la venta irrestricta de tierras comunales, principalmente para favorecer explotaciones mineras. No saben lo que ello significa.
Mapa de la república del Perú, en verde los territorios de «indios» reconocidos. en gris los denuncios mineros y en plomo los similares para hidrocarburos.
Mapa de la república de Colombia, en marrón y naranja, los resguardos de «indios», en rojo las solicitudes para explotación minera
A pesar de lo anterior, no es extraño que un presidente del Perú como Alan García, haya manifestado que los pobladores de la amazonia de ese país son “ciudadanos de segunda categoría”. O lo que otro de Bolivia como Gonzalo Sánchez de Lozada con su acento norteamericano haya dicho sobre los campesinos de su país antes de salir huyendo y con varios crímenes en su haber. «Estos indios sólo necesitan prebendas para tenerlos tranquilos»; «cómo es posible que estos ignorantes ganen. No puedo renunciar»; ambos y otros coincidirían al 100% con el general norteamericano P. Sheridan quien dijo: «El único indio bueno es el indio muerto«; curiosamente los tres serian “Untermensch” para un nazi recalcitrante.
“Entonces, en el último, bastión verde, dispersas por la fuga, las lanzas de la selva se reunieron bajo las araucarias espinosas”. Pablo Neruda en Araucaria.
Ilustraciòn de Pawel Kuczynski
[i] Mezcla de “indio”, “blanco” y “negro” según la estructura de castas colonial.
[ii] El impuesto de la contribución personal en el Perú del siglo XIX, de Carlos Contreras, Pontificia Universidad Católica del Perú.
[iii] La colonia china, inclusive se levantó en armas contra sus patrones peruanos.
[iv] El derecho a voto solo a la parte de la población de acuerdo a ciertos requisitos económicos o sociales.
[v] Los caucheros entregaban a los indígenas y otros colonos, alimentos, herramientas, medicinas y ropa a cuenta de su trabajo, que éstos debían pagar con caucho, el único medio de pago aceptado. En un círculo interminable, el caucho nunca igualaba el “precio real” de los bienes adelantados. La “deuda” de los indígenas no alcanzaba a pagarse por el trabajo de una persona y la deuda se trasmitía a su familia y a las generaciones siguientes.
[vi] Las comunidades campesinas conducirían en forma individual y colectiva el 42% de las tierras agropecuarias del país, y las comunidades nativas el 18%. O sea que el 60% de las tierras agropecuarias estaría en manos comunales. Censo IV agropecuario.
[vii] Las comunidades nativas amazónicas están en proceso de reconocimiento de territorios, que podría expandir considerablemente la cifra de 71 mil kilómetros cuadrados registrados.
El conocimiento nos acerca a la verdad, y la verdad libera.
Reinvindicar a los verdaderos protagonistas de nuestra historia y reconocer su maravilloso papel frente a los destinos de nuestra nación es algo digno de justicia.
El mezquino prejuicio y su angurrienta argumentación de que el «indio» llevó al fracaso la Reforma Agraria porque no supo administrar sus tierras son la forma más canalla y descarada de parte de la oligarquía hasta el día de hoy de decir que, los mismos que antes los mantenían a estos y ahora nos sostienen a toda la nación por su domino y maestría de la tierra, no saben hacer lo que toda su vida han sabido hacer mejor que nadie en esta región Sur del continente americano desde sus más lejanos grandes ancestros, …nuestros ancestros.
Saludos y mil gracias por tremendo artículo.
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Muchas gracias!!
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