Perfil del mediocre: Como no puede celebrar triunfos propios, celebra derrotas ajenas.
Plaza mayor de Lima, siglo XIX; de Johann Moritz Rugendas
Una mañana típica de invierno de Lima, con llovizna y completamente nublada; el mandamás de turno se levanta y como desayuno toma un amplio trago de vino blanco, azafrán, clavo, canela con una buena dosis de opio; se pone su mejor traje de gala y se dirige con su comitiva a la plaza de armas. No es una comitiva improvisada cualquiera, se cumple el estricto protocolo de más de dos siglos y medio:
El primer grupo lo encabeza los aristócratas doctores de la Universidad de Lima (Recién a partir de 1946 será conocida como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos[i]); les siguen los altos clérigos rodeando al jefe de la sede primada[ii]: arzobispo Bartolomé María de las Heras; luego, venían, en los altos jefes militares, en seguida los altos nobles, con sus títulos (Marqueses, condes, y demás concedidos por la corona de España); detrás de ellos los miembros de las órdenes militares españolas, con sus hábitos e insignias. Culminaba este grupo los oidores de la Real Audiencia de Lima, y los regidores vitalicios del cabildo de Lima.
El segundo grupo, el protagonista, va encabezado por el jefe de turno, acompañado del quinto Conde de San Isidro (ex alcalde de Lima) y el primer Marqués de Montemira y tercer conde del Valle de Oselle. Detrás van el séptimo Conde de la Vega del Ren (ex alcalde de Lima también), los comandantes del ejército (en su gran mayoría extranjeros), con una guardia de caballería ligera con sus mejoras galas; finalizando con los alabarderos del Rey, que portaban todas las insignias de la corona.
El estandarte que llevaba el grupo principal, era una modificación de la Cruz de Borgoña, emblema del imperio español, pero manteniendo los mismos colores[iii].
Entrada del Virrey Morcillo del Perú en Potosí. Oleo de Melchor Pérez de Holguín
Detalle del mismo óleo
El poderoso gremio de los grandes y principales comerciantes del virreinato, o Tribunal del Consulado, había mandado a decorar con los mejores arcos de flores la ruta de la comitiva. Y el gremio de abogados tenía listos sus bolsos para echar monedas (real de a 8 español[iv]) al populacho desde el atrio de la catedral. Los criollos, súbditos extranjeros y algunos mestizos ricos rodeaban la plaza; los mestizos pobres observan, detrás de las filas de los guardias, los acontecimientos; los siervos y esclavos (“indios” y “negros”) seguían trabajando preparando todo para la gran corrida en la Plaza de Toros de (H)Acho de Lima (nombre en referencia al monte Hacho de Ceuta), el “besamanos” oficial, y las fiestas de la noche y del día siguiente; sin olvidar la tradicional misa del Te Deum ¿Qué gran celebración se festejaba? ¿El nombramiento de un nuevo virrey, o la victoria sobre las huestes revolucionarias napoleónicas? No, nada de eso, era la ceremonia de “independencia” del Perú.
Dibujo de la ceremonia del besamanos, en una corte portuguesa de la misma época
Dicho acto no modificaba en nada el escenario militar ni político en el antiguo virreinato del Perú, menos el económico y el social. Las grandes fuerzas realistas seguían teniendo el control de la sierra y sus principales ciudades. Los bandoleros controlaban las afueras de Lima y se prestaban a negociar con cualquier fuerza que requiriera sus servicios o pagara por su “apoyo”.
Como señalamos en https://surhoy.org/2016/07/06/la-contribucion-de-los-indios-al-estado-y-a-los-otros-ayer-y-hoy/, la gran mayoría de la población que habitaba el virreinato del Perú no vio modificada su situación con las guerras de “independencia” más bien fue perjudicada al perder derechos. Los “indios” siguieron pagando tributo que cubría gran parte del presupuesto del nuevo estado. Los aristócratas y el clero mantenían sus privilegios; la democracia era censitaria hasta bien estrado los años del siglo XX, el voto de un noble valía mucho más que el de varios comerciantes, y el de estos más que el de un artesano cualquiera; los “negros” e “indios” simplemente no contaban. Recién a partir de 1980 hay voto universal; sin embargo miles de exclusiones persisten.
Esa “independencia” incluso afectó terriblemente a la industria local, ya afectada por el cambio del flujo comercial hacia el puerto de Buenos Aires. La apertura de los puertos, favoreció principalmente a Inglaterra y a otras potencias europeas. Los artesanos y productores que se beneficiaban de las medidas proteccionistas nada pudieron hacer ante la “invasión” de textiles, maquinaria y herramientas foráneos; incluso los objetos suntuarios venían de Francia. El Estado de la naciente república regresó a los primeros años de la colonia, a depender de la contribución indígena. Luego vendría la dependencia de la exportación de lo que se extraía: Guano, Caucho, Pesca y minerales; y así hasta la fecha.
En https://surhoy.org/2015/10/09/casi-dos-siglos-de-procastinacion-en-el-peru/, detallamos las circunstancias de tal celebración. San Martín ocupa Lima, en función a un pedido que el propio Virrey La Serna le había solicitado por escrito, dado que temía que las montoneras (dirigidas por cholos e “indios”) ingresaran primero.
Parodia de la comitiva que se describe al principio es el desfile del 29 de julio, los “prohombres” con menos títulos y tradiciones que en el pasado, ocupan los puestos que antaño ocupaban los nobles, militares sin victorias contra extranjeros los acompañan, el “populacho” asiste parado o lo ve por televisión. El negocio de 30 días de alquiler de andamios por un día real se mantiene, no hay esta vez monedas para el pueblo, eso sí, el Te deum se repite con la misma monserga que solo un arcaico aplaudiría. Miles colocan banderitas en autos y edificios, la tercera modificación, dado que la segunda era igual (para variar) al flamante pabellón naval español[v].
Segunda versión de la bandera de la República Peruana y pabellón naval español
En la siguiente imagen, una muestra de la “creatividad” local, la bandera de la confederación Peruano boliviana, estado que sobrevivió de 1836 a 1839 y a su lado el estandarte real español de los mismos años[vi].
Los avances reales se muestran siempre en comparación, en 20 años la Unión soviética comunista se convirtió de un país feudal, invadido por todas las potencias mundiales; en la república industrial vencedora de la Alemania nazi. En 50 años la China, también comunista, se convirtió de un país humillado e invadido también por todas las potencias mundiales, en la economía mayor del planeta.
En el Perú, sin embargo, en casi cinco siglos la frase «Cambia algo para que nada cambie», parece ser la frase de la política real.
Caricatura de Alen Lauzán
[i] La Universidad Nacional Mayor de San Marcos (siglas: UNMSM), universidad pública, fundada el 12 de mayo de 1551, pontificia a partir de 1571. Reconocida por la corona española como la primera Universidad de América.
[ii] Dicha jurisdicción eclesial, tenía en un momento a su cargo la Arquidiócesis de Lima y las Diócesis Cusco, Quito, Popayán, Tierra Firme, Nicaragua, Asunción, La Imperial, Santiago de Chile y Charcas; constituyéndose en la más extensa del mundo.
[iii] Ya antes la junta revolucionaria de Quito de 1809 había hecho otra modificación para identificarse.
[iv] El real de a 8 fue la primera divisa internacional, fue utilizada en toda América, inclusive en los Estados Unidos, donde fue primera moneda de curso legal hasta mediados del siglo XIX.
[v] El nuevo pabellón naval español de 1785 constaba de dos franjas rojas horizontales divididas por una franja amarilla; la segunda versión de la bandera de la República peruana era similar, solo que el amarillo era reemplazado por blanco. Con el uso ese blanco se convertía en amarillo, y generaba obvias confusiones.
[vi] En la “historia oficial” del Perú se enseña a los escolares el mito del sueño de San Martin, donde éste “imagina una bandera blanca y roja”; olvidando la militancia monárquica del general y la copia del estandarte real.
Todo, a partir de 1532, fue cuesta bajo.
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